Sobre la imposibilidad de escribir

Esta narración de Coral Aguirre, en respuesta a una columna de opinión publicada en un medio de comunicación, revela un clamor por encontrar las fuerzas para seguir adelante en medio de una realidad que desgarra día a día nuestra «suave patria».

A Miriam Hinojosa

Y por qué voy a escribir si no tengo ganas. Por qué voy a seguir haciendo como si no estuviera tan pero tan cansada como para tirarme al río, a la calle, a las vías, a las ruedas de un auto, autobús, camión… la suave patria Qué tiene que ver Velarde, hoy no estoy ni para poesía ni para… la verdaderamente suave patria Tengo que hacer las compras y luego ir a pagar cuentas y voy a llegar tarde a la oficina y ni siquiera le di de comer a los perros antes de salir ese pedacito de patria… Basta, Miriam, no tengo tiempo, déjame en paz Esta, la Patria más suave que la de López Velarde… Cuál esta, no quiero saber, hoy no quiero quedarme ni con la foto del niño muerto, tan bonito, tan negro y tan flaquito en brazos del policía, ni con las declaraciones de los imbéciles jefes de Estado ni… Esa minúscula parte de la patria mira de reojo mientras se le forman hoyuelos en las mejillas No quiero que me digas lo que yo ya sé y hoy, particularmente hoy, no quiero sufrir. Déjame con mis propios problemas Ese pedacito de patria está a merced… No me lo digas, lo sé y déjate de hacer metáforas. No es la patria es una niña Esa minúscula parte de la patria…

Entonces también esta es la patria.

Salimos muy temprano en una mañana silvestre por el relieve de los montes en lugar del de los edificios. Por el olor de la hierba mojada con el rocío y no el de la gasolina de los carros y camiones.Es cierto que por la tarde llegamos al borde de la ciudad y nos acurrucamos en una islita de arbustos donde comimos nuestro primer tentempié. Es cierto también que tuvimos miedo de penetrar en ella y perdernos. Preferimos rodearla paso a paso durante dos días en que se ampollaron manos y pies por nuestro calzado y nuestro equipaje. Las noches se volvieron tráfico de espantos y los niños lloraban quedito porque así lo habíamos dispuesto. Si lloran que sea sin chillidos.

Y esta otra patria.

Estaban asustados, se les veía en la cara, no nos explicaron ni por qué habíamos dejado el rancho ni qué andábamos buscando. Yo me hice cargo de Florita, tan pequeña que hay que auparla a cada rato. Mamá Linda iba delante. Hasta hoy ha ido adelante. Sin parar, sin pensar, sin ver si la seguimos o no. Ni bien sale el sol el calor arrecia y nuestras manos y pies se ampollan por el sudor, ella camina delante como si siguiera dormida. A veces encontramos una gasolinera donde vamos al baño y nos lavamos tantito, aunque más no sea para no oler tan feo.

Y esta otra.

Hay que comer menos, prieta, hay que comer menos le digo a mi mujer, no nos alcanza para descansar a cada rato o comer a cada rato o darnos un gusto o lo que fuere, a cada rato. Chingados no se puede con toda la cría y la suegra y el miedo de llegar y no saber qué hacer. No se puede con el Manuel enfermo de tos y mocos, con la Florita que apenas camina y la grande clavándonos los ojos como si fuéramos criminales. Así no se puede. Y eso que dejamos con los tíos a la beba de meses y con los abuelos a Luis Enrique para que termine la secundaria.

¿Y esta patria, Miriam, esta que mira sin mirar, que le da pena, pero nada más?

Los veo pasar, pobre gente, se ve que es una familia entera, hasta la vieja llevan. Terrible. Huyen de sus campos como si se les hubieran apestado. No hay comida. No hay trabajo, no hay nada. Vivimos de milagro repiten y a mí me da una punzada fuerte en el corazón. Sobre todo, por las criaturas, eso duele, duele de verdad. Pero qué vamos hacer. No se puede hacer ninguna cosa. No se puede elegir ayudarlos, por ejemplo. No está en uno, no es nuestro asunto. Dan pena y eso es todo.

Y esta otra, la Patria de los desesperados, de los que están dispuestos a todo, los malos, pero a causa de otros más malos, por otros peores que habitan los mundos buenos y suntuosos.

A estos cabrones tengo que sacarles la lana que llevan que de seguro es más de la que dicen. Hay que exprimirlos. Si quieren pasar que pasen, pero que se aguanten el zarandeo y el sacudón que les voy a poner. Mil dólares es poco para tanta gente. Que sean tres o cuatro mil. Los subo a la camioneta y los dejo al borde del desierto. Así como están ya no dan más. Van aceptar lo que les pida. Y si no tienen, se aguantan, que los levante otro, carajo. Yo, no.

Esta patria nuestra de cada día, qué quieres que haga con ella.

¿Que recite? ¿Que cante? ¿Que me ponga a gritar?

Mamita, no me estás viendo, no me dices del Luis que se quedó allá, ¿por qué no vino con nosotros? Yo me canso mucho, ¿has visto cómo toso? Y escupo, también me dan ganas de escupir y sale raro ¿ya viste? lo que escupo, digo. No quiero caminar más, me duele aquí, y aquí en la espalda.

Esa suave patria está a merced de todas y, sobre todo, de todos…

Deja de poetizar, Miriam, aquí, en esta página, las palabras no sirven de nada. He intentado alcanzar, aunque sea el eco de esa patria que tú dices, esa patria niña frágil en manos del asesino. Que llega a la frontera y la desbaratan, que pierde nombre e identidad, que la violan en los trenes y las terracerías, bajo los toldos y los camiones, que se ramifica en voces extrañamente oscuras al igual que la piel que llevan. No me digas que deje mis asuntos y me siente, encienda la compu y…

No sé lo que escribo, además. Solo te leo y respiro, te apareciste hoy por la mañana con tu suave patria y no me has dejado tranquila desde entonces. Qué quieres que hagamos, Miriam.

Tomo tus palabras, las retuerzo con las mías, y las arrojo aquí por ver cómo suenan y sí, sí, ocho años, la criatura de ocho años, la mamá trabajando ahí nomás, el hombre que se acerca, ¿quién es?, ¿quién puede ser? Pero yo escribía sobre la frontera, quería llegar al momento en que separan a los niños y las niñas de sus padres, en la frontera, lo sabes, y en la noche busco la estructura y digo voy a hacer fotografías, como si fueran fotos, ¿entiendes? Pensé mucho y por fin lo decidí. Y luego en la mañana te me apareces desde la letra escrita y me susurras Esa minúscula parte de la patria…

Entonces yo, esta que soy yo, que va y viene, que trabaja y va a su oficina, y corre al mercado y está tan sola, Ese pedacito de patria está a merced… me pongo a escribir lo indescriptible, lo que no tiene palabras, lo que no es humano o es más que humano, ya no lo sé, y que no puede narrarse como si fuera un cuento. Porque cuento no es, Miriam, ¿te das cuenta? Cómo va a ser cuentola pobrecita que se acuesta en el suelo, que come frijoles, que se aprieta la pancita a causa del hambre, que vive en tantas casas y en todas fue prestada… y que encima después de trapear y comer las sobras y acostarse tarde y recibir azotes consuelo para tíos borrachos… o abuelos, Miriam, o padres, padrastros, hermanos, hermanastros, después de tanto la pequeña patria se queda embarazada, sí, tienes razón, esta de hoy no alcanzó a quedarse embarazada, la nuestra la que te desesperó a ti y a mí me enfureció, esta de hoy, la que apareció muerta, se apartó diez, cien, ¿cuántos metros de su madre que estaba estrenando trabajo? ¿Cuántos metros se separó, Miriam, la suave patriecita nuestra de ocho años?

Mientras en la frontera, diga lo que se diga en declaraciones que vienen y van, los niños, las niñas, las patriecitas esas se quedan tan solas y tan solos como para perder el nombre, olvidar su edad, no saber quiénes son, sin lenguaje, sin… solo las imágenes, las imágenes… cara de mamá o cara de abuela… un árbol, un tejabán, una muñeca de trapo, una pistolita de plástico…

Y bueno, a esto tengo que encontrarle un final, algo que diga de una patria posible ¿no? De un mundo… de… mi celular… dónde está, dónde lo puse… está sonando… Ah. ¿Bueno, bueno? No te entiendo, no sé lo que estás diciendo, Sonia, que no vienes a hacerme la limpieza… qué, qué… no sé lo que dices… que tu niña ¿qué? que no puedes… ¿Tu niña? ¿A tu niña no la encuentras? ¿Cuándo… cuándo la viste por última vez? Sonia… Sonia…

Ya sé, demasiados puntos suspensivos… pero es la suave patria, Miriam, Hay una parte de la patria que es fragilita como una pequeña y fina rama y siempre la estamos escribiendo con puntos suspensivos.

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Nota

Este cuento aparece en Cuentos furiosos, Coral Aguirre, Fondo Editorial Nuevo León, 2019. El texto hace alusión a la columna de opinión «La (verdaderamente) suave patria» de Miriam Hinojosa Dieck publicada en Milenio.

AUTORA

Coral Aguirre

Es narradora, dramaturga, directora teatral y música. Es coordinadora del Centro de Escritores de Nuevo León.

Autor

Punto Dorsal
Punto Dorsal, Revista de cultura política es una publicación periódica de difusión de la cultura política y de la participación ciudadana de la Comisión Estatal Electoral Nuevo León.

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