Santa Catarina, el solar al pie de la Sierra Madre

Dicen que el inicio yace en el tiempo. Si tenemos más de cuatro siglos, ¿por qué no hay los suficientes testimonios vigentes que nos hablan de la historia en este periodo?

¿Cómo quieres que te olvide si me has dado tanto para recordar? Dicen que el inicio yace en el tiempo. Mi solar nativo, situado entre el desierto y las montañas, con una extensión de 915.8 kilómetros cuadrados, cumple 446 años de que llegó Alberto del Canto (1577) para establecer la estancia de Santa Catalina.

Luego, Luis Carvajal y de la Cueva (1583) re­frendó este espacio como lugar de paso y descan­so entre la Villa de Santiago del Saltillo, San Luis y la entonces capital del Nuevo Reino de León llamada León.

El 20 de septiembre de 1596, fue fundada la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey. Entonces las autoridades repartieron tierras a los primeros pobladores en una jurisdicción de más o menos 20 leguas por cada lado. Por tradición oral, tenemos referencias de que el 20 de noviembre de 1596 la estancia se convirtió en hacienda, en donde el matrimonio formado por el capitán Lucas García y Juliana de Quintanilla levantaron la mejor hacienda situada entre Monterrey y Zacatecas.

Si tenemos más de cuatro siglos, ¿por qué no hay los suficientes testimonios vigentes que nos hablan de la historia en este periodo? El templo parroquial es el monumento más antiguo que tenemos en Santa Catarina, comenzó a construirse en 1810. La vieja fábrica de hilados y tejidos de La Fama de Nuevo León es de 1856. De los primeros pobladores considerados cazadores, nómadas y recolectores tenemos cuando mucho algunos tres sitios con arte rupestre, pero en mal estado.

El primer museo de historia, con vocación latinoamericana surgió aquí: el monumento al general Francisco Morazán, padre de la unidad centroamericana. En 1961 fue convertido en la sede del Club de Leones. En 1959 se construye­ron dos emblemas: el Nido de los Aguiluchos, en el Cañón de Santa Catarina como residencia y la­boratorio del científico Eduardo Aguirre Peque­ño y el Castillo de la Cultura y las Artes, de parte de Manuel Frías García. Por cierto, fue la prime­ra galería de arte en Nuevo León. Las cuatro edi­ficaciones lucen descuidadas y en abandono.

Resulta que el 1 de octubre de 1820, los ve­cinos de Santa Catarina acudieron a las urnas para formar el primer Cabildo, el cual quedó in­tegrado por Joaquín García como Alcalde, José de Gracia Rangel como Síndico procurador y dos Regidores: Antonio Rodríguez y Juan de Luna y Góngora. El 3 de octubre tomaron posesión de su cargo, juraron fidelidad al Rey y a la Consti­tución de Cádiz y se comprometieron a ejercer con eficacia sus puestos que les dieron por elec­ción popular. El 9 de octubre contrataron como Secretario del Ayuntamiento a Manuel del Río y Valdés Pino, con un salario de 100 pesos al año.

Aquel honorable Ayuntamiento juró fidelidad a la Constitución de la monarquía española el 25 de octubre de 1820, en un local habilitado como Casa Consistorial. Luego salieron a la plaza de armas en donde estaba reunido el vecindario y leyeron la Constitución promulgada en Cádiz en 1812. Todos juraron observarla y obedecerla, ser fieles a la corona de España y defender a la reli­gión católica. Luego fueron al templo de Santa Catarina, en donde el vicario presidió con solem­nidad un Te Deum. Según las crónicas de la época, todo era alegría y júbilo, en un ambiente repleto por los cohetes, salves, música y repiques de cam­pana. El acto cívico concluyó como a las cinco de la tarde.

Mirando al presente: la Santa Catarina de Alejandría, con su templo y su historia paralela a Monterrey. Declarada por el Presidente Benito Juárez «Pueblo prócer» y yo buscaría que también le reconocieran su heroicidad, por aguantar 70 años de no tan buenos Acaldes. ¿Pueblo Mágico? Más que eso, para mí esta tierra es sagrada. ¿Y dónde queda Santa Catarina? No muy lejos, está muy cerca. Tal vez no está exactamente en el co­razón ni en la memoria. Está en el ombligo que mamá enterró en el lugar donde nací. Soy de agua que baja de la Sierra Madre, un trozo de tierra agreste, un viento seco y cálido del desierto. San­gre y recuerdos de otras y tantas generaciones.

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Autor

Antonio Guerrero Aguilar 

Narrador, cronista e investigador. Es becario del PECDA Nuevo León 2023. Su trabajo se enfoca en la memoria e identidad regional.


Unsplash/Charles Elizondo

La Huasteca, una ofrenda

Antes de que Tesla anunciara la construcción de una planta en Santa Catarina, este municipio no figuraba a nivel nacional. Solo las personas interesadas en la historia local recordaban que la primera fábrica de Nuevo León se instaló en La Fama en el siglo XIX. En vísperas de que llegue la inversión de una empresa tecnológica, conviene voltear a la naturaleza y contemplar la Huasteca.

En ese lugar, la Sierra Madre Oriental cambia de vegetación, se vuelve árida. La erosión forja un paisaje escarpado, ideal para practicar la escalada vertical, así como el senderismo en un río seco: el Santa Catarina solo se llena por un ciclón tropical cada dos o tres décadas, desborda las previsiones y hay que evitar que se salga de cauce e inunde la ciudad.

Esta red de cañones y cauces sin agua, a pesar de formar parte del Parque Nacional Cumbres y ser una zona protegida, sufre la amenaza de la urbanización. La preservación del medio ambiente está en vilo. Este es el hogar de más de 1,300 especies de plantas, entre ellas cactus y agaves endémicos de la región, así como yucas y árboles, como el huizache. Un espacio que muchas personas eligen para escapar del ritmo de vida urbano. Una alternativa que se extiende entre las propias montañas.

Al entrar al cañón, enclavada en la roca de uno de los picos se encuentra la casa del doctor Aguirre Pequeño, quien en la década de los cincuenta estudió bacterias causantes de la enfermedad del mal del pinto. Al adentrarse al corazón de la Huasteca, en el cañón de Guitarritas, el pueblo huichol anualmente peregrina desde Nayarit y Jalisco para hacer ceremonias a sus deidades, pues corresponde esta zona a uno de sus territorios sagrados.

Los picos de la Huasteca, además, son registro de la historia. Hace millones de años, la región estaba sumergida en el mar y el tipo de roca, las capas geológicas y los fósiles marinos que se encuentran en ella son testigos de esto. Este es un espacio para que quienes lo visitan se unan y piensen en el mundo que los rodea.

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Redacción

Audio narración: Elena Herrera


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Punto Dorsal
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