Entre altas montañas que en invierno se visten de nieve y refrescantes árboles que encantan la vista, se extiende una vasta región que guarda secretos ancestrales. Narrados en susurros por el eco de las sierras, estas tierras han sido testigo de innumerables historias y leyendas, y han visto nacer a personajes forjados en su riqueza natural. Aquí, en este entorno cargado de historia y belleza, se encuentra el municipio de Galeana.
FUNDACIÓN Y RAÍCES ENTRE LOS ECOS DE LA SIERRA MADRE ORIENTAL

Fundada en 1678 como misión religiosa, San Pablo de Labradores, hoy conocida como la ciudad de Galeana, estuvo bajo el cuidado de los religiosos del convento de Guadalupe, Zacatecas. Ubicada al sur de Nuevo León, al pie de la Sierra Madre Oriental, combina bosques templados con tierras semidesérticas y accidentadas. Su crecimiento poblacional llevó a que en 1829 fuera reconocida como villa, y en 1877 se le otorgara el título de ciudad, en honor a Hermenegildo Galeana, héroe de la Independencia.
Galeana, uno de los municipios más alejados de la capital de Nuevo León, Monterrey, se encuentra a más de 200 kilómetros de distancia de esta. Sin embargo, su lejanía no solo se mide en kilómetros, sino también en términos de conexión cultural. A lo largo de su historia, y debido a su ubicación geográfica, Galeana ha mantenido una relación más estrecha con los municipios del sur (como Doctor Arroyo, Aramberri, Mier y Noriega, Zaragoza y Rayones), así como con los estados vecinos de San Luis Potosí, Coahuila y Zacatecas, con los que ha tejido importantes vínculos económicos. Esta situación contrasta con otros municipios del norte de Nuevo León, cuya cercanía histórica ha sido mayor con el norte de Coahuila, Texas y Tamaulipas.

El municipio tiene tierras cultivadas a lo largo de generaciones, donde cada cosecha florece alimentada por el amor y la fe de sus habitantes. El maíz, la papa, los nogales, la manzana y otros alimentos son el latido cotidiano de Galeana, un lugar donde las tradiciones rinden homenaje a la lluvia y a la abundancia. Así, se teje un legado cultural que se fortalece con cada nueva generación, al entrelazar historia y esperanza en un abrazo eterno con la tierra.
TESOROS OCULTOS: HACIENDAS E HISTORIAS
Los terrenos de la región se convirtieron en un imán para la creación de majestuosas haciendas agrícolas y ganaderas desde la época colonial. Según los modelos de organización social y económica del virreinato, estas haciendas florecieron y se consolidaron aún más durante el Porfiriato. En torno a ellas, surgieron complejas redes sociales y económicas que vinculaban las haciendas con la capital del Valle de Labradores.
Las antiguas edificaciones de esta árida región permanecen como mudos testigos de las vidas, historias y dinámicas de trabajo que alguna vez las animaron. A través de sus paredes resquebrajadas, aún se perciben las costumbres, la flora y la fauna que formaron parte de su cotidianeidad. Entre los tesoros naturales destaca el guayule, un arbusto apodado el «oro vegetal». A principios del siglo XX, este recurso que se transformaba en hule, se producía en diversas haciendas y era muy codiciado en los mercados de la época.
Aunque muchas de estas haciendas hoy yacen en ruinas, su imponente arquitectura sigue en pie, resiste al paso del tiempo y susurra los ecos de su antiguo esplendor. Ejemplos como las haciendas de El Pablillo, El Potosí, San Jorge y San José de Raíces, esta última colindante con la hacienda de Soledad (ahora Doctor Arroyo), muestran la conexión histórica con pueblos de renombre, como Real de Catorce.
Desde aquellos tiempos, se trazaron dinámicas rutas de transporte que unían las haciendas entre sí con otras regiones. A finales del siglo XIX, la llegada del ferrocarril fortaleció aún más la infraestructura, al facilitar el movimiento de insumos, productos y trabajadores. Estas haciendas no solo compartían una identidad cultural y geográfica única, sino también una interconexión en sus actividades económicas que sigue marcando la historia de la región.

PIEDRAS PRECIOSAS DE GALEANA: SILLAR Y ALABASTRO
Como parte de la arquitectura vernácula del noreste de México, en Galeana se erigieron casas, antiguas haciendas y diversos edificios con roca caliche, mejor conocida como sillar. Este material, reconocido por sus propiedades térmicas, se convirtió en un recurso invaluable en la región, ya que su uso ayudaba a equilibrar los extremos climáticos del sur de Nuevo León, donde los inviernos llegan acompañados de gélidas nevadas. El templo de San Pedro Apóstol fue construido en sillar en 1740 —aunque el libro de bautizos del pueblo anota que su construcción fue en 1718—, es un testigo del barroco colonial en la región que utilizó este material.
Otro de los tesoros de estas tierras es el alabastro, una piedra de hermoso tallado, cuya abundancia es notable en la extensa geografía del municipio. Aunque durante la historia ha sido poco trabajado, su presencia ha sido constante entre los habitantes, en especial en la creación de artesanías. Con una textura y apariencia similar al mármol, pero más dócil para esculpir y disponible en fragmentos más pequeños, el alabastro ha sido valorado desde la Antigüedad por su blancura, delicadeza y belleza una vez esculpido. En la actualidad, poco a poco, el alabastro de Galeana ha comenzado a brillar en el ámbito artístico, al captar la atención tanto de artesanos como de artistas contemporáneos. Su uso en propuestas artísticas y de diseño modernas está posicionando este recurso natural como un elemento distintivo en la riqueza cultural y creativa de la región.
EL TESORO DE ORGULLO DE GALEANA
Reconocido como héroe nacional y destacado gobernante, el general republicano Mariano Escobedo, oriundo de Galeana, nació en 1826 en el seno de una familia de campo. A lo largo de su extensa y exitosa trayectoria militar, Escobedo se consolidó como uno de los grandes héroes de la historia de México. Su ascenso en el ejército mexicano lo llevó a combatir en numerosas batallas, desde la guerra contra los Estados Unidos hasta la Reforma, lo que le otorgó un merecido lugar de honor entre los comandantes más destacados de su tiempo. Tal fue su impacto, que Benito Juárez lo designó como comandante en jefe del Ejército Republicano del Norte.
Su papel decisivo en la Guerra de Reforma y, en especial, en la Intervención francesa, cuando lideró la captura y ejecución de Maximiliano de Habsburgo, lo consagró como un héroe nacional de gran prestigio. Su legado militar, junto con su liderazgo político en los últimos años del siglo XIX, ha dejado una huella imborrable en la historia de México, al convertirlo en motivo de orgullo de Galeana y símbolo de valor y resistencia para el pueblo mexicano.

LAGUNA DE LABRADORES, UN ESPEJO DE TURQUESA
La belleza natural del entorno serrano despliega su magia en la Laguna de Labradores, un espejo de agua de azul turquesa, sereno y profundo, que invita tanto al descanso como al ensueño. Aquí, el viento murmura suave, una melodía que acompaña a los viajeros, pobladores y paisanos que llegan a este santuario natural, donde el tiempo parece detenerse. La pesca y las actividades recreativas son las marcas distintivas de este paraje idílico. No muy lejos, se encuentra el Pozo del Gavilán, una suerte de cenote cuyas aguas de azul verdoso ocultan las misteriosas corrientes subterráneas que encierran los secretos de la naturaleza.
¿QUIERES SABER MÁS? DETALLES QUE ENRIQUECEN LA HISTORIA
¿Sabías que las papas de Galeana, célebres en la gastronomía del noreste, se cultivan en esta región? Las tierras de este municipio son tan excepcionales para el cultivo de este tubérculo que incluso la empresa Sabritas ha elegido estas fértiles tierras para una parte de su producción de papas.
¿Conoces la danza de los chicaleros, una tradición ancestral de Galeana? Esta singular ceremonia se celebra durante la Semana Santa como un ruego por buenas cosechas de maíz. Su nombre proviene del «chical», un platillo típico que se elabora con elote, chile colorado y especias, y que se ofrece a los chicaleros en las festividades. Esta danza, repleta de simbolismo, celebra la conexión entre el hombre y la tierra, y mantiene vivas las raíces culturales de la región.
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Autora
Adela Díaz Meléndez
Profesora de cátedra del Tec de Monterrey, investigadora independiente y directora de la revista Sillares, de la Universidad Autónoma de Nuevo León.

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