Aunque escribo como futbolero apasionado, acompaño esta visión romántica con apuntes que puedan servir a quienes están libres de esta incurable adicción. Pensar el fútbol en términos históricos es, por ejemplo, un ángulo que nos explica la conformación de los Estados, cuando este juego resultó clave a fines del siglo XIX para nacionalizar la política y forjar identidades comunitarias. Los usos y abusos del nexo fútbol-política han sido, en su origen y hasta ahora, contrarrestados por ejercicios de revuelta social surgidos también con los fervores del balompié. La integración de la negritud en la selección brasileña formada primero por descendientes alemanes, la decolonización africana frente al imperialismo francés, la protesta contra el franquismo español o la rebeldía chilena de cara a la dictadura pinochetista son, entre otros, movimientos sociales aglutinados en torno a un balón. «Todo lo que sé de la moral se lo debo al fútbol», dejó escrito Albert Camus.
Como reflejo de la realidad, este deporte es así una expresión vital y no solo por su carga lúdica. El fútbol se parece mucho a la vida, plantea el escritor argentino Eduardo Sacheri en su libro Las llaves del reino. Veamos, si no, las siguientes semejanzas: el fútbol es una escuela de socialización para comprender el valor supraindividual de lo colectivo; enseña a perder y ganar con respeto; muestra la dificultad de lograr los objetivos; te curte en la frustración y la injusticia; es un antídoto contra la vanidad cuando ves y celebras a quien juega mejor que tú; subraya la virtud de los pequeños detalles; agudiza la intuición; confirma que la capacidad y el esfuerzo no lo son todo, pues se requiere de fortuna, azar y casualidades; comprueba que el error es parte de la existencia y hay que saber sobrellevarlo.
Dicho lo anterior, el solo pensar cómo las actuales regresiones sociales tienen en el fútbol una caja de resonancias, y observar así el detestable avance del racismo, la exclusión, la insolidaridad o la soberbia de los intereses mercantiles que manchan este juego mágico, me decanta a cerrar ya estas notas con una definición del balompié como una política y poética de vida: el fútbol es una cadena de memoria y de lealtad, algo que me dio mi viejo y que yo le paso a mi hijo. Un amor gratuito, una esperanza desbocada. Un dolor, una rabia, una fe rotunda en que, alguna vez, habrá revancha (Sacheri).
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AUTOR
Víctor Hugo Martínez González
Profesor-investigador de la UACM. Autor del libro Con el ánimo perplejo. Un ensayo sobre la izquierda en democracia (2020).