Éxodo centroamericano, democracia y desarrollo

Es cierto que el migrar es un derecho humano, pero sería mejor que los Estados garantizaran el derecho a no migrar. El investigador Vladimir López reflexiona sobre la migración y las necesidades expuestas de una población.
Hechos dantescos como las matanzas de San Fernando y Camargo en Tamaulipas; y la de Cadereyta en Nuevo León; así como el incendio de la estación migratoria en Ciudad Juárez en Chihuahua, son indicadores de que el éxodo irregular de personas centroamericanas ha ido creciendo en los últimos años a raíz de una serie de problemas estructurales que vienen acumulándose desde décadas atrás, pero hoy se conjuntan, cuyo resultado es un escenario trágico, una salida compulsiva de la población, y en sí, una migración más caótica. Parte de esa realidad puede medirse al comparar las cifras de personas migrantes que a diario son detenidas y deportadas por las autoridades migratorias mexicanas. Los reportes oficiales revelan que el tránsito irregular de indocumentados  originarios de Honduras, Guatemala, El Salvador y Nicaragua ha ido en aumento desde 1990 hasta la fecha, estos datos pueden consultarse en boletines estadísticos del Gobierno. Una correlación de esas cifras de más de tres décadas (1990-2023), con ciertos acontecimientos durante distintos periodos de Gobiernos, nos conduce a inferir que el éxodo compulsivo de esa población responde en gran medida a que dichas naciones atraviesan por un irrefrenable desgaste democrático; además, presentan otras características en común: Gobiernos autoritarios, ingobernabilidad, altos niveles de corrupción, élites políticas bajo el control del crimen organizado y el narcotráfico, inseguridad, desempleo y pobreza. Todo eso empuja a que miles de niñas, niños, mujeres y hombres solos o en familia emigren al norte en busca de mejores condiciones de vida. No abandonan sus países por gusto: son expulsados. Es cierto que el migrar es un derecho humano, pero sería mejor que los Estados garantizaran el derecho a no migrar, al respetar leyes y acuerdos internacionales. En definitiva, la emigración es un termómetro que sirve para medir el grado de bienestar que tiene la población y si un país está siendo mal gobernado. El corredor migratorio México-Estados Unidos hoy constituye una de las rutas donde existe mayor riesgo, sufrimiento y explotación. Es el camino por el que transitan y mueren a diario personas centroamericanas. Una opción más humana sería que la población migrante se reorganizara para exigir fuentes de empleo, buenos salarios, prestaciones sociales y otros derechos como mejores servicios de salud, educación de calidad y seguridad pública a los Gobiernos que dicen representarlos. Hacer valer sus derechos al participar en la toma de decisiones y la construcción de democracias sólidas para generar un verdadero y mejor desarrollo. _______ AUTOR Vladimir López Recinos Investigador de la migración centroamericana en tránsito por México. Autor de Del enclave bananero al neoliberal: la migración hondureña a Estados Unidos 1920-2010 (2021).
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